sábado, 1 de marzo de 2008

Si hay diferencias: política del agua

En 1992 el Gobierno de Felipe González toma conciencia de que el agua no sobra y de que tampoco es infinita. Desde entonces se comienza a hablar de las cuencas hidrográficas y su papel en la gestión del agua. De este modo llegamos a finales de la pasada legislatura, el Gabinete del PP presentó en el Congreso un nuevo Plan Hidrológico Nacional.

Y aquí comienzan a aparecer grandes diferencias de concepto entre la postura del PP y el PSOE. El PSOE muestra desde el inicio una férrea oposición a los grandes proyectos de trasvase debido a su elevado coste medioambiental y, José Luis Rodríguez Zapatero, adopta el compromiso electoral de derogar los grandes trasvases si obtenía la victoria en las elecciones de 2004. Desde luego que en esta materia Zapatero ha cumplido.

Ahora me viene a la memoria las declariaciones de John Fitzgerald Kennedy, en 1961, que dijo tener un sueño: "Si algún día conseguimos obtener agua dulce de agua salada de forma competitiva y barata esto redundaría en el bienestar a largo plazo de la humanidad de tal modo que empequeñecería cualquier otro logro científico".

Según la literatura que he leido, treinta años después, la técnica ha llegado a tal grado de sofisticación que "se consigue producir 1.000 metros cúbicos de agua desalada al precio de venta de un litro de agua mineral". Además, "los científicos y las empresas españolas han contribuido a la eficiencia de las desaladoras al punto de ser España una potencia tecnológica en este campo" , según aseguran los expertos.

Sin embargo, desde que el Gobierno apostó por la desalación, los dirigentes del PP han desplegado todo tipo de argumentos contra esta tecnología que da de beber a 121 millones de personas en el mundo. Este partido critica el gasto energético que implica la desalación -lo que determina el precio del agua-, y la emisión de CO2 que conlleva la utilización de fuentes de energía tradicionales.

Contradicciones y más contradicciónes, a Rajoy se le ha escapado que el cambio climático no es para tanto en alguna ocasión -según su primo- y, por otro, dirigentes de su partido lo utilizan en la justifición política contra la desalación. Desde luego todo parece indicar que el impacto ecológico de la desalación es menor que el del trasvase, además de ser más estable en el tiempo al no depender de las lluvias.

Y aquí esta la disyuntiva en las próximas elecciones: ¿desalación o trasvases?. Desde luego que mi opción está clara, la diversificación de la economía, activar nuevos nichos laborales, hace que opte por la desalación frente a la construcción de grandes trasvases. Desde luego utilizando energías renovables, para no incrementar las emisiones de CO2.

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